Una de las grandes contradicciones en los seres humanos tiene que ver con la dificultad para apreciar honestamente las virtudes de otro, sin sentirnos molestos por ello. No es exactamente envidia. Tiene que ver con lo que se denomina el síndrome de alta exposición o síndrome de la amapola alta.
El síndrome de alta exposición nos habla de que cuando las personas destacan demasiado en algún área generan odio en los demás. Ese odio no se puede llamar envidia como tal. Más bien está relacionado con el hecho de que el éxito de los demás hace que las propias limitaciones se hagan más visibles.
«Existe algo mucho más escaso, fino y raro que el talento.
Es el talento de reconocer a los talentosos».
Elbert Hubbard
De ahí que al síndrome de alta exposición también se le llame «síndrome de la amapola alta». Esto es porque la lógica que impera es la de cortar aquellas flores que crezcan más que otras, para que las demás no salgan perdiendo por comparación.
La leyenda de origen
Se cuenta que el tema del síndrome de alta exposición tiene sus primeras referencias en los libros de <span style="color: #ff6600"><strong>Heródoto</strong></span> y en las reflexiones de <span style="color: #ff6600"><strong>Aristóteles</strong></span>. También aparece en un relato de <span style="color: #ff6600"><strong>Livio</strong></span> sobre el tirano «Tarquino el orgulloso».
Según Heródoto el emperador envió a un mensajero para pedirle consejo a Trasíbulo, sobre la mejor manera de mantener el control sobre el imperio. El mensajero se lo preguntó, pero Trasíbulo solo comenzó a caminar entre los trigales. Cada vez que encontraba una espiga más alta, la cortaba y la arrojaba al suelo. Y no dijo ni una palabra.
Cuando el mensajero volvió con el emperador, le habló acerca de la extraña actitud del consejero. El emperador lo comprendió. El mensaje significaba que debía eliminar a todo aquel que estuviera por encima de los demás. Acabar con los mejores, para que su poder y su supremacía jamás fueran puestos en entredicho.
El síndrome de alta exposición en el mundo de hoy
Es claro que las tiranías no permiten que surjan figuras destacadas que puedan verse superiores, en algún sentido, a quien detenta el poder. En el ámbito de la política es muy frecuente que busque desprestigiarse a quien desafía el status quo o a lo establecido. Sin embargo, el síndrome de alta exposición no es algo que se limite a los asuntos de gobierno.
En el día a día vemos cómo se nos invita a destacar por encima de los demás, pero al mismo tiempo se nos imponen límites muy precisos. La idea es que tú te adhieras a unos parámetros determinados de lo que significa ser exitoso. Por ejemplo, «el empleado del mes» no es necesariamente el que más creció o aportó elementos relevantes, sino quien cumplió a cabalidad con las metas que le fueron fijadas.
Si esto ocurre, no hay problema. No se cortará de raíz esa planta que ha crecido más que las demás, porque se ha adherido a lo que el jardinero quiere. En cambio, si alguien llega a destacarse mucho por razones diferentes a las que se consideran válidas, es probable que desate suspicacias y que, eventualmente, se le excluya.
El síndrome opera en doble sentido
El síndrome de alta exposición genera consecuencias en dos dimensiones. La primera tiene que ver con lo señalado. Hay una tendencia, casi natural, a no permitir que alguien destaque demasiado, porque genera inseguridades o crea la sensación de amenaza en los demás. Por lo tanto, a quienes destacan, muy frecuentemente se les critica con excesiva severidad. O se les exige en demasía. O se busca minimizar su talento o sus logros.
La segunda consecuencia del síndrome de alta exposición es que le va enseñando a la gente a tener miedo de destacar. Precisamente por todo lo dicho, las personas aprenden, más implícita que explícitamente, que estar por encima de los demás puede ponerlos en riesgo. ¿En riesgo de qué? De rechazo, de cuestionamiento, de crítica e incluso de ostracismo.
Por lo tanto, muchos asumen que lo correcto es no destacar en ninguna circunstancia. Asumen el «bajo perfil» como una norma y les aterra verse expuestos a los demás. De una u otra manera, terminan siendo adiestrados para no desafiar lo establecido. Es una lástima, porque en ese proceso también se pierden capacidades, se dejan de lado talentos genuinos o se renuncia al éxito mismo.
AUTOR: Edith Sánchez
FUENTE: La vida es maravillosa