Cuidado con los envidiosos, hoy día parece que se multiplican. ¿Por qué? Porque con las redes sociales ha venido el mal hábito de sobre exponer la felicidad, los bienes y los logros. Todos quieren mostrar con imágenes o con mensajes lo bien que les va. Y esto, naturalmente, despierta envidia en otras personas que de otra manera ni se enterarían de que son envidiosos.
Si nunca te ha picado la hormiguita de la envidia eres bienaventurado, hay mucha luz en tu interior. La mayoría alguna vez hemos sentido aunque sea una pizca de envidia, porque todos tenemos un poco de oscuridad en nosotros y vacíos que llenar y de allí nace la envidia.
La envidia se origina y se alimenta de las carencias, de los vacíos y de las sombras. Por naturaleza (de la mala) cuando vemos a alguien feliz que tiene aquello de lo que carecemos parcial o completamente, no podemos evitar sentir envidia, aunque busquemos taparla. Por tanto, si has sentido envidia, tómalo como una alerta de lo que te está faltando, de la oscuridad con la que debes lidiar.
Por otro lado está este mal hábito de sobre exponer la felicidad. Algunos ni siquiera son felices pero alimentan su ego fingiendo que sí lo son. Otros cometen el error de demostrar y dar voces de qué tan felices están siendo y qué tan bien les va. Esto no trae sino ruina.
La exposición de estas cosas atrae la envidia como las moscas. De repente, hasta las personas que consideras más cercanas te felicitan por tus logros entre los dientes. Por eso no hay nada más insensato que hablar en voz alta de lo bien que estamos.
Ser prudentes con nuestra felicidad es algo que no solo nos beneficia a nosotros, también nos enseña a cuidar el corazón del otro. Porque aunque hay mucha gente maliciosa, otra simplemente no puede evitar sentirse desdichada al ver que triunfas y ellos no logran nada.
El ser prudente conservará amistades, alejará a los interesados y a los aprovechados. La envidia en estos días es como un virus que se esparce rápidamente. Tan solo necesitas tener un logro para tener a un montón de personas infectadas, algunas tratando de curarse y otras regodeándose en sus malos deseos.
No hables demasiado acerca de ti mismo, más bien pregunta a los demás cómo están. Ni para bien ni para mal, es decir, no te quejes en exceso pero tampoco cuentes a todo el mundo lo bien que te va.
Aprende a ser más sobrio respecto a ti. El optimismo y el positivismo es bueno, pero si te preguntan cómo estás, con decir «bien» es más que suficiente. Ahondar en detalles o ponerse entusiasta diciendo cosas como «de maravilla, estoy en mi mejor momento» o algo similar puede sonar para ti completamente optimista, pero para otros es molesto.
Y si acaso cuando te va bien sientes un terrible impulso por contarlo y exponerlo porque de lo contrario tu felicidad no es completa, ten cuidado, pues puede que tu ego se haya salido de control.
AUTOR: Día García
FUENTE: Reflexiones