Ella si será capaz de superarlo… no todas tenemos su fortaleza. Cualquiera en su lugar no lo hubiera logrado… él siempre se levanta de las caídas. Ha nacido con ese don para afrontar las tragedias. Todas estas frases hablan de personas que logran superar la tragedia, la adversidad, las situaciones de duelo y pérdida, por duras y difíciles que sean… ¿Cómo lo hacen? ¿Son de una «pasta» especial? ¿Nacen o se hacen con esa capacidad? Vamos a hablar de resiliencia y las ocho cualidades de una persona resiliente.
La resiliencia es un concepto que ocupa las primeras posiciones en psicología positiva y es un valor en alza en los nuevos planteamientos y terapias psicológicas. Los diferentes medios de información, comunicación y divulgación también se hacen eco de este concepto: «Tenemos que ser resilientes»… pero ¿esto qué significa? ¿cómo hago para ser más resiliente?
Origen y significado del concepto de resiliencia
<span style="color: #ff6600;"><strong>Boris Cyrulnik</strong></span>, neurólogo, psiquiatra, psicoanalista y etólogo francés, divulgó este concepto que extrajo de los escritos de <span style="color: #ff6600;"><strong>John Bowlby</strong></span>, autor que describió la conocida teoría del apego en edades tempranas.
Tenemos que remontarnos a la obra de John Bowlby para encontrar las primeras referencias al término de resiliencia, que se definiría como la capacidad de los seres humanos para superar períodos de dolor emocional y situaciones adversas, saliendo fortalecido de ellas.
Múltiples autores han hablado sobre este término, cada uno con un enfoque:
⦿ Concepto genérico que se refiere a una amplia gama de factores de riesgo y su relación con los resultados de la competencia. Puede ser producto de una conjunción entre los factores ambientales y el temperamento, y un tipo de habilidad cognitiva que tienen algunos niños aun cuando sean muy pequeños. (Osborn 1996).
⦿ La resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción, es decir, la capacidad de proteger la propia integridad, bajo presión y, por otra parte, más allá de la resistencia, la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles. (Vanistendael 1994).
⦿ Resiliencia es saber afrontar la adversidad de forma constructiva. Saber adaptarse con flexibilidad y salir fortalecido del suceso traumático. (Dra. Santos. 2000).
Todas las personas tenemos la capacidad de sobreponernos a un estímulo adverso, pero el uso decidido y firme de esta capacidad es lo que nos hace realmente resilientes.
A mí me gusta mucho comprender la resiliencia como «el arte de rehacerse», rehacerse en relación con el otro, ya que como decía <span style="color: #ff6600;"><strong>F. Nietzsche</strong></span> «Todo puede ser adquirido en soledad, excepto la salud mental».
¿Aprender de una dificultad que sientes que no mereces? ¿Usar el humor cuando algo no sale bien? ¿Sacar lo positivo de cualquier situación?… No es fácil actuar de este modo en todas las situaciones, pero ¿se puede aprender a hacerlo? Mi respuesta es que sí, pero cada persona lo hace a su ritmo y con su estilo personal.
Se habla de dominios de resiliencia particulares para hacer referencia a formas específicas de resiliencia, como puede ser la social, la escolar o la emocional (Marie Anaut).
Una persona resiliente social será aquella que cuenta con competencias sociales adecuadas, la resiliencia escolar se expresa en las competencias adaptativas en el ámbito educativo y la resiliencia emocional corresponde a un cierto bienestar psicológico que se mantiene ante las perturbaciones o las situaciones estresantes que puedan acontencer en nuestra vida.
Resiliencia y apego
La resiliencia comenzó a estudiarse en primer lugar en niños y niñas que habían pasado su niñez en condiciones traumáticas o privados de cariño o cuidados, es decir, habían tenido dificultades para desarrollar una relación de apego seguro en la que su cuidador, cuidadora o figura significativa le diera amor de forma incondicional.
Este hecho provoca una vulnerabilidad afectiva y relacional por ser una etapa muy importante en el desarrollo de los patrones de comportamiento y relación de la persona consigo misma y con los demás: si desde muy pequeño un niño tiene rechazo, abandono o inatención, su ánimo va a ser más variable, llorará más, le costará diferenciar si tiene hambre o sueño, si se porta bien o mal… la estructura más básica que necesita para comenzar a comprender el mundo se sostiene por débiles pilares, y eso no favorece a priori las capacidades resilientes. «El apego seguro es la base para crear niños y niñas resilientes».
Posteriormente, conforme el niño crece, pueden generarse otras posibilidades de generar vínculos o relaciones reparadoras del proceso anterior, por lo que un niño o adolescente podrá reconstruir parte de lo que en un primer momento no pudo forjarse.
Vemos que es un proceso dinámico, en interacción con otras personas, y que es susceptible de ser entrenado y reforzado a cualquier edad.
¿Qué dice la neurociencia acerca de la resiliencia?
Desde la Neurociencia se considera que las personas más resilientes tienen mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, soportando mejor la presión. Esto les permite una sensación de control frente a los acontecimientos y mayor capacidad para afrontar las situaciones difíciles y estresantes.
Algunos autores, más del ámbito biológico, incluyen en su definición de resiliencia el hecho de que esta se manifiesta también a nivel biológico, neurofisiológico y endocrino, en respuesta a los estímulos ambientales (Kotliarenco, María Angélica y Cáceres, Irma. 2011).
La investigación neurológica ha demostrado que tales evocaciones del trauma y estrés se generan con activaciones autónomas de diversas partes del cerebro, en especial las de la memoria y las de vigilancia, es decir, con activación en diferentes áreas del cerebro tales como los núcleos de la amígdala, el lugar azul o locus cerúleo, el hipocampo, y luego el neocórtex.
Es la dualidad mente-cuerpo, en el que ambos se realimentan y expresan, de una u otra forma, la respuesta del individuo en una situación estresante o de sufrimiento.
El sufrimiento psicológico va a provocar en el sujeto modificaciones bioquímicas que son perceptibles en los análisis, principalmente el cortisol está vinculado con un incremento de la vigilancia o el estado de hiperalerta, así como de la atención focal. El exceso de cortisol implica: déficits en el desarrollo, la reproducción y en respuestas inmunes adecuadas. Esto explicaría (al menos parcialmente) lo observado en gente sometida a estrés intenso o de larga evolución: disminución del pensamiento asertivo, menor creatividad y proactividad, frecuencia de ideas estereotipadas (repetición de esquemas), así como disfunciones sexuales.
En síntesis: el cortisol atenta contra la resiliencia. Fortalecer nuestra resiliencia también repercute por tanto en el estado de salud física.
¿Cómo podríamos ser más capaces frente a la adversidad?
Como he señalado anteriormente, a pesar de que las experiencias tempranas y los factores de personalidad que se establecen en la adolescencia son dos guías que van a marcar en ciertos aspectos nuestra capacidad de adaptación y resiliencia, hay cosas que podemos hacer para minimizar los factores de riesgo e incrementar los protectores en las situaciones de estrés y sufrimiento.
El hecho de salir fortalecidos de las situaciones adversas puede implicar que en un futuro, ante una situación que nos despierte los mismos sentimientos de frustración, tristeza, rabia o desesperanza, podamos reaccionar de forma distinta, escribir una historia con otro final.
Para mejorar nuestra resiliencia necesitamos fortalecer las cualidades que nos permiten una adaptación positiva en una situación de adversidad o sufrimiento.
Probablemente tengamos desarrolladas unas cualidades más que otras, lo ideal sería equilibrar o reforzar aquellos aspectos que necesitemos sin tratar de abarcar todos, y lo que es muy importante, a nuestro ritmo. Estos cambios necesitan comenzar quizás por el primero de ellos, conocernos un poco mejor para saber cómo afrontamos las situaciones dolorosas o traumáticas.
Las 8 cualidades o atributos de la persona resiliente
1. El autoconocimiento y la autoestima de la persona resiliente
El autoconocimiento es un arma muy poderosa y las personas resilientes saben usarla a su favor. Saber cuáles son nuestras principales fortalezas y habilidades, así como las limitaciones y debilidades, poder trazar metas más objetivas y realistas e identificar los aspectos en los que podemos mejorar es un camino directo a fortalecer nuestra autoestima y autoconfianza.
Además de conocerse, una persona resiliente reconoce la importancia del trabajo en equipo y sabe pedir ayuda cuando lo necesita.
El autoconocimiento nos permite mejorar la capacidad de reconocer y expresar las emociones. Sobre todo en momentos en que estemos sufriendo, esta es una buena forma de afrontar situaciones dolorosas.
También nos permite identificar emociones de rabia o enfado que nos estén haciendo comportarnos de una forma poco saludable.
Se observa que a mayor actividad cognitiva y a mayor capacidad intelectual aumenta la resiliencia, no sólo emocional, sino de las neuronas y la parte más biológica de afrontamiento del estrés.
La persona con mayores conocimiento de sí misma y de la realidad, puede procesar y elaborar más eficazmente los traumas y los factores estresantes.
2. La empatía y la resiliencia
La empatía es la capacidad de entender al otro y ponernos en su lugar, comprender sus sentimientos, a través de comprender los propios. Es un hábito resiliente, que nos permite por ejemplo, separar pensamiento de acción, cuando nos sentimos enfadados con alguien querido.
Cuando tenemos empatía, el flujo de dar y recibir afecto en las relaciones con los demás es mayor, lo que incrementa nuestra red social de apoyo. Un punto muy importante para ser una persona resiliente.
3. La autonomía de la persona resiliente
La creencia de que uno puede influir en lo que sucede a su alrededor, perdiendo el temor a que las cosas suceden por injusticia o causas ajenas a nuestro control. Esto va a hacer más fuerte a nuestra autoestima y nos va a movilizar hacia la resolución de conflictos que de otra forma se cronificarían en el tiempo.
4. El afrontamiento de la adversidad
Afrontar la adversidad con humor es propio de personas resilientes. Ser capaces de reírnos de la adversidad y sacar una broma de las situaciones difíciles nos ayuda a superarlas y mantenernos fuertes y optimistas ante la incertidumbre. Esto no quiere decir que en mitad de un funeral tengamos que usar el humor de forma obligada, sino que una vez esa situación dolorosa ha pasado seamos capaces de recordar a esa persona en momentos divertidos, que busquemos ratos felices que pasamos con él o ella o incluso nos acordemos de algo gracioso que solía decir o hacer.
Un enfoque hacia lo positivo de una situación abre caminos que antes estaban ocultos.
Evitar la queja constante.
La creencia de que uno puede aprender con sus experiencias, sean éstas positivas o negativas nos permite seguir creciendo y madurando a lo largo de la vida.
5. Conciencia del presente y optimismo
Las personas más resilientes tienen el hábito de vivir en el aquí y ahora, el presente, sin que las culpas del ayer o la incertidumbre del futuro le enturbie el momento que están experimentando. Disfrutan de los pequeños detalles y no pierden su capacidad para asombrarse ante la vida; de esta forma es más fácil enfocarse en los aspectos positivos que nos ofrece cualquier situación, complicada o no.
La conciencia del presente, puede resultar complicado con los ritmos de vida actuales pero hay formas de entrenar esta conciencia del momento presente, como el mindfulness.
6. Flexibilidad combinada con perseverancia
La existencia de un propósito significativo en la vida es otra de las características de una persona resiliente. Esta meta les da la fuerza interior para responsabilizarse de perseguirla, con flexibilidad y sin obstinación.
El hecho de que las personas resilientes sean flexibles no implica que renuncien a sus metas, al contrario, si algo las distingue es su capacidad de lucha, pero cuando esta deja de tener un sentido, pueden cambiar el rumbo sin necesidad de sentirse mal por haber abandonado su objetivo inicial.
Es muy valiosa la capacidad de escucha, las personas que nos rodean pueden tener información que complementa la propia y en alguna ocasión pueden servir de guía para nuestras metas o proyectos. Siempre crecemos en relación con los demás, el aislamiento social favorece que nuestro pensamiento pierda flexibilidad y amplitud o perspectiva.
Es importante aprender a hacer realidad los deseos: fuerza de voluntad y autocontrol emocional.
7. Sociabilidad en las personas resilientes
Las personas con resiliencia saben cultivar y valorar sus amistades. Generalmente se rodean de personas que mantienen una actitud positiva ante la vida. De esta forma, logran crear una sólida red de apoyo que les puede sostener en los momentos más difíciles.
Cuando pasan por un suceso potencialmente traumático su primer objetivo es superarlo; son conscientes de la importancia del apoyo social y no dudan en buscar ayuda profesional cuando lo necesitan.
8. Tolerancia a la frustración y a la incertidumbre
Una de las principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer controlar todos los aspectos de nuestra vida, porque solemos tolerar mal la incertidumbre. Una forma de ganar seguridad en nosotros mismos y vivir con menos tensión emocional es precisamente, aprendiendo a lidiar con la incertidumbre, para que nos cause el menor malestar posible.
Poniendo a prueba nuestra resiliencia: el duelo y la pérdida
A lo largo de la vida podemos estar expuestos a repetidos eventos o situaciones de pérdidas: fallecimiento inesperado de un ser querido, al maltrato o abuso psíquico o físico, a la pérdida de la salud, al fracaso en diferentes ámbitos, a las catástrofes naturales, a la pobreza, a los cambios de rol dentro de la familia o incluso en etapas vitales en que el envejecimiento nos hace perder capacidades o un determinado estatus social…
Cada una de estas situaciones son una oportunidad para seguir creciendo, para generar un cambio en nuestras vidas, mejorar la aceptación y no permanecer desmotivados o impotentes ante estos cambios.
Las personas dotadas de resiliencia saben que esos momentos de crisis no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que reaccionen.
Las personas resilientes, cuando se enfrentan a una adversidad o necesitan superar la tristeza de una pérdida y transitar por un duelo emocional, se preguntan: ¿qué puedo aprender yo de esto?
AUTOR: Rocío Perea
FUENTE: Área Humana