Si pudieras elegir un solo deseo, ¿cuál seria?
¿Que te toque la lotería? ¿Hacerte inmortal? ¿Ser una estrella de rock? O ¿que tu actor favorito se enamore de ti?
Probablemente no. La gente por amplia mayoría tiene una respuesta muy clara ante semejante pregunta:
Ser feliz.
Pero, ¿qué significa ser feliz? Y sobre todo, ¿cómo se consigue?
Lamentablemente, muy poca gente profundiza sobre qué nos hace ser realmente felices. ¿Es el dinero? ¿Es la familia? ¿Es el amor?
¿Se puede ser feliz con ochenta años y un miserable con veinticinco?
Y cuánto de esto controlo yo y ¿cuánto depende del azar o la suerte?
El señor <span style="color: #ff6600"><strong>Maslow</strong></span> en el siglo pasado ya introdujo su famosa pirámide donde establecía una jerarquía de necesidades para poder llegar a la plenitud (¿felicidad?)
Hay condiciones necesarias, como la salud o la seguridad pero estas no son suficientes.
Pues bien, hace meses me topé con una definición de la felicidad en forma de fórmula matemática. Me encantó por su capacidad de sintetizar y simplificar los componentes clave que generan la felicidad:
Felicidad = Realidad – Expectativas
Analicemos la definición en detalle:
Realidad es mi «yo» y mis «circunstancias», como diría <span style="color: #ff6600"><strong>Ortega y Gasset</strong></span>. Realidad es mi edad y mi salud pero también es aquello que nos rodea. Nuestras posesiones, nuestras relaciones familiares, nuestra rutina diaria, etc.
La realidad la controlamos nosotros pero solo parcialmente, ya que no podemos elegir donde hemos nacido o nuestras circunstancias vitales (nacer en Copenhague vs. nacer en Kabul).
Sin embargo si podemos elegir nuestros hábitos alimenticios o definir nuestra propia realidad externa respecto a dónde vivimos, a nuestro trabajo, nuestra actitud y nuestro estilo de vida.
Por supuesto el dinero es un gran limitante a la hora de definir nuestra realidad pero también es cierto que tiene una utilidad marginal tendiente a cero una vez pasados los 40.000€/año.
Para mi, la gran sorpresa y el gran enemigo de la felicidad pueden llegar a ser unas «expectativas» mal gestionadas. Las ganas de progresar y mejorar son el motor del ser humano y por ende siempre debe existir un nivel sano de expectativas.
El problema surge cuando las sobrealimentas (por envidias o ambición desmedida) y se convierten en un órgano obeso, generador de infelicidad.
Las expectativas son el alimento que te ayuda a progresar, gestiónalas de manera sana y te harán mejorar, pero cuidado porque mal «alimentadas» se pueden convertir en el obeso monstruo de las expectativas.
Por tanto, ambos elementos, realidad y expectativas, deben ser siempre mayores que cero, pero la clave es que puedan convivir en un sano equilibrio en donde tus expectativas no superen con creces a tu realidad. Ambas deben ser también dinámicas y poder evolucionar en sano equilibrio a lo largo de tu vida.
Nuestra fórmula de la felicidad es también única, personal e intransferible. Lo que nos hace felices a nosotros, puede ser muy diferente a lo que hace feliz a tu vecino. Por eso, no sigas consejos universales (como este artículo) o intentes copiar el estilo de vida de tu estrella favorita. Aquí el copy/paste no funciona.
Además, lamentablemente nuestra felicidad es relativa, no absoluta. Me explico; somos felices en relación a otros. Lo que vemos a nuestro alrededor moldea nuestras expectativas y por tanto nuestra felicidad.
Pongamos un ejemplo para que lo veas claramente: No hay mejor fórmula para crear personas infelices que llevar una televisión a un poblado rural en Uganda: les abres unas expectativas que no conocían y no podrán conseguir. Su realidad se mantiene pero su monstruo de las expectativas ha engordado desproporcionadamente.
¿Somos más felices que los hombres del paleolítico? Pues debería ser así porque nuestra realidad es mucho mejor, pero parece que no. Repito; la felicidad es relativa a nuestra realidad y nuestro entorno.
O dicho de otra manera. No te rodees de amigos mucho más ricos que tú. Son azúcar en vena para tus expectativas.
¿Quiere decir esto que no seamos ambiciosos? ¿Qué no tengamos sueños?
Para nada, pero piensa de verdad antes para y por qué lo quieres, y si son tus sueños o los de el mercadeo que te rodea. ¿Cómo cambia tu realidad y que expectativas nuevas te genera?
Las posesiones nos hacen felices, pero solo en el corto plazo.
Cuando compras un bien, pensamos que lo poseemos,
pero la realidad es la contraria. El bien nos posee a nosotros.
Invierte mejor en experiencias. Tienen un ciclo de felicidad mucho más completo y continuo. Disfrutas antes, cuando planeas un viaje; durante, cuando lo vives y después, cuando años más tarde disfrutas recordándolo.
En fin, después de esta reflexión personal, que espero te haya dado algo de luz, te dejo mi propio resumen: «Si quiero ser feliz, trabajaré en mi realidad que sí controlo y gestionaré mis expectativas, de manera saludable».
AUTOR: Javier Andrés Marín
FUENTE: Medium