El vocablo lúdico, adjetivo que deriva etimológicamente del sustantivo latino «ludus» o juego, se refiere a la calificación de una capacidad humana que se adquiere a través de una diversidad de actividades placenteras en las que el ser humano se despoja de tensiones, prejuicios y deberes culturales para interrelacionar creatividad, gozo, placer y conocimiento con el fin de fomentar su desarrollo psicosocial, la adquisición de conocimiento y la constitución de su personalidad.
La capacidad lúdica es una de las dimensiones del desarrollo humano y un factor decisivo para enriquecer otros procesos y capacidades ya que permite al ser humano la libertad de romper el orden simbólico que lo rige, proponiendo nuevos modelos de pensamiento y de conducta que no estén sujetos a reglas ni a lógica alguna. En el juego, igual que en los sueños, se reafirman el orden y el caos, lo interno y lo externo, presentando un escenario nuevo y propicio a la libertad del pensamiento.
Lo lúdico es una necesidad intrínseca biológica y social que trasciende la infancia y se manifiesta a toda edad a través del arte, la música, el teatro, la plástica, la pintura, las competencias atléticas, la danza, el folklore. Al juego lo acompañan siempre el esparcimiento, el sentido del humor, el disfrute por el disfrute mismo, la tensión, la alegría y la consciencia de poder ser de un modo distinto a su cotidianidad para poder enfrentar el desafío diario de vivir.
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